La alta sensibilidad no es una patología, sino un rasgo de la personalidad presente en aproximadamente el veinte por ciento de la población. ¿Y qué quiere decir rasgo? Que no es algo que se diagnostique y se cure, sino que se descubre y se potencia. Este rasgo, definido por la doctora Elaine Aron, se basa en los siguientes cuatro pilares básicos:

> Procesamiento profundo de la información: nuestro sistema neurosensorial procesa mucha más información que el de otras personas en un mismo intervalo de tiempo, tanto con los estímulos externos (eventos, situaciones) como internos (emociones y pensamientos). Esto nos da la capacidad de reflexionar ante ciertos temas con más profundidad y poder describir lo que sentimos con más facilidad.

> Sobreestimulación: como consecuencia de este procesamiento profundo, nuestro sistema nervioso puede sobreestimularse mucho más rápido que el de otras personas, dando lugar a momentos de profundo agobio y agotamiento. Aprender a cuidarnos es de vital importancia para poder vivir una vida más tranquila.

> Empatía y alta emocionalidad: nuestras neuronas espejo están más activas y es por eso que conectamos más con la emoción, tanto con las propias como con las ajenas. Esto hace que seamos capaces de ponernos en la piel del otro con relativa facilidad y que vivamos todo con mayor intensidad, tanto lo bueno como lo no tan bueno.

> Sensibilidad sensitiva: nuestra alta capacidad perceptiva capta una amplia gama de detalles a través de los estímulos que provienen de nuestros sentidos, si bien es cierto que cada persona puede desarrollar un sentido más que otro. Esto hace que observemos detalles que a muchos se les pasan por alto.

Es importante tener en cuenta que todos estos aspectos han de estar presentes para poder considerar a una persona como altamente sensible (PAS).

Si quieres descubrir si eres una PAS, puedes comenzar realizando este test. No obstante, mi recomendación es que no te bases tan solo en ello y que profundices con un profesional para descubrirte en toda tu inmensidad.